jueves, 9 de octubre de 2008

¿Hugh Hefner remisero en Misiones?

Karissa y Kristina Shannon serán las nuevas "novias" del magnate Hugh Hefner, que hace poco terminó su relación con Holly Madison.
Se llaman Karissa y Kristina Shannon y son las nuevas bombas sexuales que prometen movilizar el imperio Playboy, del magnate Hugh Hefner.
Las chicas, ultra rubias con bronceados caribeños, vivirán en la mansión del empresario y aparecerán en las revistas y programas de televisión. Las gemelas tendrán que compartir las habitaciones y los baños con las viejas conejitas, por lo que se esperan escandalosas peleas y discusiones.
"Ellas me han manifestado su deseo de ser mis novias y, ante la presente circunstancia, es muy probable que lo logren", sostuvo Hefner

Fuente:http://www.infobae.com/notas/nota.php?Idx=408399&IdxSeccion=600795

BOMBITA RODRIGUEZ

Enviado por el camarada Edufuego
Los medios de comunicación, en todas sus formas, son herramientas de educación y contribuyen a instalar y promover debates en las instituciones y en la sociedad en general. Los estilos y las formas son diferentes, pero es imposible pensar hoy en la discusión de ideas sin contar con el escenario y con los recursos que brinda la comunicación.
Por Adrián Viale
Volvió Capusotto. Y con él, el que probablemente sea su personaje más entrañable: Bombita Rodríguez. Bombita Rodríguez, el Palito Ortega montonero, hace reír, y mucho, en cada una de sus presentaciones. ¿Por qué nos hace reír Bombita? Es una pregunta que comencé a hacerme desde que lo vi por primera vez, cantando “Burgueses, atrás, atrás” y “Armas para el pueblo, armas para el pueblo ya”. ¿Por qué Bombita hace reír? Bombita habla de la clase obrera, habla de la liberación nacional, habla de los explotadores y los explotados, habla de los burgueses y los proletarios, habla de la cultura popular, de la educación de las masas, del socialismo. Evidentemente esto nos hace reír. ¿Por qué? ¿Por qué en la década del ’70 estas cosas no hacían reír? No sólo no hacían reír. Hubo gente que tomó tan en serio todo esto, que llegó a vivir sólo para estas ideas, llegó a soportar torturas, llegó hasta a dar la vida (su propia vida... la única que tenían) ¿Cómo pasó? ¿Por qué en la década del ’70 se decía clase obrera, proletarios y burgueses, explotadores y explotados, liberación nacional, socialismo, y nadie se reía?
¿Puede ser que la respuesta esté en los significados? ¿Qué significa hoy para nosotros la clase obrera, el socialismo, los explotadores? Para ellos significaba algo manifiesto: era época de certezas, de buenos y malos, de relaciones sociales evidentes y cristalinas. De un lado de la sociedad, los explotadores; del otro, los explotados. De un lado de la sociedad el mal burgués; del otro, el pobre proletario. De un lado del mundo el imperio; del otro, el país subordinado. La verdad se imponía. Eran los tiempos de la explotación del hombre por el hombre. Eran los tiempos en que la posibilidad de transformar la sociedad estaba al alcance de la mano. Sólo había que reunirse y hacerlo ¿Cuándo se perdió la certeza? ¿Quién terminó con las certidumbres? Contestar “el posmodernismo” es patear la pelota afuera. El posmodernismo no es un hecho social que se impone. El posmodernismo somos nosotros mismos cuando pensamos que las certidumbres han sido socavadas, cuando creemos que las relaciones sociales se han vuelto opacas, cuando consideramos que la sociedad es incomprensible (e intransformable). El posmodernismo es un espíritu de época, una aciaga derrota, una resignación cobarde. No una verdad que se impone. La verdad está ahí afuera. Y sigue siendo evidente. Explotadores y explotados, proletarios, imperio, educación, socialismo. ¿Meras fórmulas vacías? Transformación de la sociedad. ¿Ridiculez anacrónica? La diferencia entre los ’70 y el presente no está en lo que las palabras significan. La diferencia está en nuestra relación con los significados. Las palabras ya no denotan, para nosotros, una verdad objetiva. ¿Es mala la duda? Por supuesto que no. Lo malo es dudar de todo. Esta es una época en que nadie puede tener verdades. Ni siquiera las obvias. Nuestra época fomenta la ambigüedad, el equívoco, las complejidades y matices. La verdad no se dice. Esto puede verse en los medios. Hoy, la única manera de transmitir ideología (o mejor diría, ideales) es ocultándola. Cualquiera que grite a los cuatro vientos lo que piensa sólo provocará sonrisas. CNN o Canal 11 son buenos, serios, mesurados: su ideología está oculta. La radio de las Madres de Plaza de Mayo o Telesur son malos, ridículos, exagerados: su ideología se grita. Estos últimos no saben que las verdades ahora son muchas, y cada cual elige la que quiere. No saben que hoy cualquier verdad es buena.
¿Pero por qué Bombita hace reír? Una vez dijo Alejandro Dolina que el humor era poner una cosa en un lugar que no le corresponde. Esta definición hace que todo anacronismo sea potencialmente gracioso. Bombita es certero: sabe que hay explotadores y explotados, sabe que si se quiere luchar por el socialismo hay que decirlo, sabe que para transformar una sociedad es necesaria la educación popular, sabe que existe una lucha por la liberación de los oprimidos. Bombita lo dice, sin medias tintas, como quien dice una verdad evidente. Como quien dice “salió el sol”, Bombita dice “la clase obrera tiene que luchar por el socialismo”. En su contexto, los ’70, Bombita se convierte en un personaje famoso, querido, estimado. En nuestra época, plagada de cinismo e hipocresía, en nuestra época de verdades a medias, de ambigüedades, de dudas, la verborragia certera y contundente de Bombita mueve a risa. Es anacrónica. Fuera de época. Para Bombita las relaciones sociales son evidentes. Nosotros preferimos ignorarlas. Canciones con ideología, verdades irrefutables... Esperanza. Bombita nos hace reír. Y mucho. Lamentablemente.

El colapso de la ortodoxia neoliberal

Artículo recomendado por el camarada M.V.
Por Madeleine Bunting- THE GUARDIAN
No hay más que una alternativa, decía el mantra neoliberal. Ahora que esta mitología corrupta se hizo trizas, la crisis de convicción es profunda. Todos coinciden en que las cosas podrían ponerse negras, pero ¿eso qué significa? Negras, o sea un poco de desempleo desagradable, ¿o negras es un colapso económico total con colas en comedores populares y millones de personas viviendo de sus pequeñas huertas? Si esto último suena gracioso, hay países como Argentina y Rusia que pueden contar por experiencia propia, amarga y reciente, lo que pasa cuando las economías colapsan.
Nadie tiene idea de lo que va a pasar.
Apenas los economistas o los ministros enuncian algo usando palabras como "imposibilidad", "improbabilidad" o "nunca", tienen que tragárselas.
Si éstas son aguas inexploradas tal vez nos encontremos en el momento en que el tsunami es visible en el horizonte, y la marea de golpe se retiró, y los peces quedaron en la playa, jadeando en busca de oxígeno, desparramados por toda la playa. ¿Cómo nos metimos en este lío y cómo nos aseguramos de que no vuelva a suceder?Responder a estas dos preguntas no requiere un curso intensivo en altas finanzas, porque la crisis se refiere a la política y a la ideología por igual. Varios autores fueron los que rechazaron la idea de que el mercado es un mecanismo "auto-rregulador" que puede corregirse a sí mismo. No hay una "mano invisible" como sostienen los neoliberales, o sea que no hay nada inevitable o "natural" en cómo funcionan los mercados: siempre son definidos por decisiones políticas. Y muchos decían, también, que el capitalismo de libre mercado era crónica y destructivamente inestable, con terribles consecuencias políticas. Pero en los 70 y los 80 el neoliberalismo comenzó a adueñarse de la elite gobernante estadounidense y luego de la británica y europea: "Reducir el Estado, dejar que la economía funcione sola".Ahora estamos descubriendo lo que los países en desarrollo del mundo entero experimentaron durante tres décadas: la economía neoliberal inestable y poco equitativa genera niveles inaceptables de trastorno social y penuria que sólo pueden contenerse mediante una represión brutal. A esto hay que sumar otras dos acusaciones esenciales contra el capitalismo desregulado: primero, puede crear riqueza pero no la distribuye eficazmente; y segundo, que no tiene en cuenta lo que no puede cosificar: ni las relaciones sociales de familia y comunidad ni el medio ambiente, que son vitales para el bienestar humano y de hecho para el funcionamiento del mercado en sí. En definitiva, el capitalismo neoliberal es autodestructivo.Estamos asistiendo en este momento al colapso de esta absurda ortodoxia económica que ha dominado la política durante casi 30 años. Su arrogancia triunfalista, su insistencia en la ortodoxia, ha sido comparable en escala al comunismo soviético. Durante dos décadas nos han dicho que no hay alternativa.Los economistas hablan de confianza, de fe, de convicción; ahora entendemos que todo el tiempo el capitalismo neoliberal fue una forma de mitología. Por eso era necesario el triunfalismo: no se podía permitir que nadie cuestionara el sistema o podíamos llegar a ver la desnudez del emperador. Thomas Frank en su brillante libro, One Market Under God (2001), explica cómo el neoliberalismo afianzó su triunfalismo en el sistema político de Estados Unidos; cómo marginó y deslegitimó todo cuestionamiento y estableció su hegemonía en el llamado mundo libre. Ahora, mientras todo se tambalea, podemos reflexionar. Podemos preguntar cómo y por qué la crítica que empezó a surgir a fines de los 90 fue acallada. No hay alternativa, era el mantra que entonaban los políticos frente a los movimientos antiglobalización.Después llegó el 11/9 y durante los siguientes siete años se ofreció como distracción un espectáculo paralelo con malos de caricatura y drama de thriller. Mientras las miradas estaban fijas en la absurda charada de la "amenaza del terrorismo islámico a la civilización occidental", el verdadero escenario de fin del mundo que plantea una amenaza mucho mayor a la civilización occidental (sea lo que sea) adquiría ímpetu precisamente al lado del Ground Zero, en Wall Street. Igual que en las mitologías, la única opción, tal como dijo Timothy Garton Ash, es rezar. Lo que me asusta es que ésta es una mitología corrupta que, como la de los aztecas, tal vez requiera mucho sacrificio humano.

1967 - Aniversario del asesinato de Ernesto "CHE" Guevara - 2008