sábado, 24 de enero de 2009

OBVIEDAD: Las feministas callaron la verdad sobre la maternidad. Las feministas me estafaron

Por Redacción Central

Toda mi vida creí que me habían hecho un gran favor quemando sus sujetadores por mis derechos a la educación y a la igualdad salarial. Y me convertí en una ciudadana correcta, terminando mis estudios universitarios y marchando a buen paso por el transitado camino de la vida profesional. Eso sí, una feminista que se pintaba los labios y no pasaba un solo día sin zapatos de tacón alto, pero feminista al fin y al cabo.
Y entonces tuve un hijo.
Ahí es donde me mintieron. Como un médico atareado que no te dice cuánto va a doler la inyección, esas feministas con buenas intenciones nunca dijeron la verdad sobre todo lo relacionado con dar a luz y ser madre. Entre otras cosas, se olvidaron de decirnos:
Recuerda hacerlo antes de que tus ovarios se marchiten.
Y cuando lo hagas, intenta apartar de tu cabeza todos esas ideas de preparación profesional e igualdad salarial, o si no, no lo disfrutarás.
Yo estaba demasiado ocupada aprovechando todo lo bueno que el feminismo me había aportado para pararme a pensar en la maternidad. Conseguir una buena formación e iniciar y consolidar una carrera profesional era mucho más importante que pensar en bebés.
Tener hijos antes de estar preparada era el peor error: te convertías en una mala madre que iba a descargar sobre su indefenso hijo toda la frustración de una ambiciosa carrera truncada. Imagínate esas pobres mujeres de los suburbios urbanos, oprimidas, que dependen de un hombre para vivir. Esas almas miserables que tienen que colgarse del Valium todo el día para seguir adelante, y que nunca sabrán lo que es comprarse un par de zapatos Manolo Blahnik de 1,000 dólares el par.
Trabaja duro y podrás tenerlo todo, era la promesa feminista implícita. Primero, crea y consolida tu carrera profesional. Retrasa la maternidad hasta que llegue el momento adecuado. Las mujeres pueden tener hijos a los 40, ya sabes...
Y yo, tontamente, esperé a entrar en la treintena para tener un hijo. Desde luego, me considero afortunada porque el 25 por ciento de mis amigas que creen que algún día tendrán hijos, probablemente no llegarán a tenerlos.
Pero ojalá lo hubiera hecho antes. Ojalá hubiera pasado la década de los 20 metida hasta las rodillas entre pañales y pobreza. De ese modo, no estaría así ahora, en mis treinta y tantos, metida hasta las rodillas entre pañales y pobreza. Y encima, con mucha menos energía.
Ninguna mujer en su sano juicio querría esperar a pasar de los treinta o llegar a los cuarenta para empezar a tener hijos, si lo pensara bien. Tener una década extra o más para gastar el salario que nos hemos ganado con nuestro sudor, en cosas tan glamorosas como ropa de diseño, costosos cortes de pelo, restaurantes elegantes una o dos veces por semana o unas espléndidas vacaciones de verano, sólo hace que desprenderse de todo eso resulte aún más difícil.
Las feministas olvidaron decirme que debía ahorrar parte del dinero que ganaba. La maternidad no es barata; tienes que renunciar a tus ingresos y a tu derecho a los bienes y comodidades de que gozabas a los veintitantos, salvo que seas una de esas mujeres oprimidas que pueden confiar en un marido con sueldo alto. Las feministas nos hicieron demasiado listas y ricas por nuestro propio bien.
Pero aquí me tienen, a mis treinta y tantos, hipotecada hasta el cuello e incapaz de ganar el sueldo al que estaba acostumbrada, porque tengo un hijo al que siento que debo dedicar el mayor tiempo posible. Lo sé, se supone que las guarderías son la solución. Pero nadie me había contado lo terrible que es pensar que mi hijo pasa 48 horas a la semana con una puericultora –aunque sea excelente- y sólo una o dos horas al día conmigo. Se ha confundido todo. Las mujeres no deberíamos estar trabajando por el privilegio de poder pagar a otras personas con sueldos más bajos para que eduquen a nuestros hijos.
Y todas estas feministas de segunda generación son dignas hijas de sus madres. Mi propia madre vive a la vuelta de la esquina, y la gente me dice: Qué suerte tienes, seguro que está todo el tiempo contigo, ayudándote. Ojalá. Está demasiado ocupada para eso: come en restaurantes, trabaja 50 horas a la semana en un trabajo estresante, y ahorra todo lo que puede para poder retirarse antes de los 70 (la pensión de jubilación para madres solteras de esa generación que educó buenas feministas, es bastante escasa).
Me encanta ser madre. No es necesario tener una carrera universitaria e igualdad salarial para descubrir las maravillas de la maternidad. Clichés aparte, ser madre es verdaderamente increíble y realizador... pero las feministas tampoco nos lo habían dicho.
Fuente: http://www.lagaceta.com.ec/site/html/dominical.php?sc_id=12&c_id=114&pg_id=46612

GOLPE A GOLPE, VERSO A VERSO: sale al mercado un curioso contador


Se trata simplemente de un contador adherido a un anillo para el pene. En el mercado existen todo tipo de adornos, protuberancias o cápsulas vibradoras con la finalidad de optimizar el goce.

Sin embargo, nunca hasta el momento nadie había caído en la cuenta de convertir el anodino anillo en un instrumento de medida, según publica en el portal digital El Mundo.

Se trata de un producto elaborado por una empresa británica que comercializa on-line su producto por 9,99 libras.
El objetivo es muy discutible. Se pueden organizar unos particulares juegos olímpicos con la pareja, o simplemente echarse a reir.
Pero también puede provocar estrés en el hombre ya que este aparato los obligaría a durar mucho durante el acto sexual.
Dato particular: el visor sólo tiene capacidad para cinco cifras, con lo cual el límite es de 99.999 penetraciones.

Fuente: http://www.infobae.com/contenidos/427799-100892-0-Sexo-sale-al-mercado-un-curioso-contador

Esther Vilar: después de "El varón domado"

Por Patricio Bernabe

1971

Jamás imaginó que su primer libro provocaría semejante conmoción mundial. Pero eso fue lo que generó "El varón domado": un escándalo, además de un fenómeno de ventas. La más sorprendida fue la misma autora, Esther Vilar, ciudadana alemana nacida en la Argentina que, tras recibirse de médica, viajó a Alemania. Comenzó a trabajar en un hospital de provincia, lo que le dejaba mucho tiempo libre para leer. Surgió así una vocación por la escritura que no tardaría en desplazar a su primera profesión. A los 35 años, Vilar se tomó entonces un año libre para escribir. El resultado fue el libro de la polémica.


"Las mujeres pueden elegir, y eso es lo que las hace tan infinitamente superiores a los varones. Cada una de ellas puede elegir entre la forma de vida de un varón y la forma de vida de una criatura de lujo tonta y parasitaria. Casi todas ellas optan por la segunda."

"Estaba harta de esa lucha de las feministas contra los hombres", dijo Vilar. "Alguien tenía que levantar la voz por ellos", añadió, perpleja por lo que consideraba un cuadro "poco realista" del tema, por la visión "totalitaria y fundamentalista" que exhibía el feminismo.

"La existencia humana ofrece la elección entre un ser más animalesco -bajo, pues: parecido al de los demás animales- y un ser espiritual. La mujer escoge sin discusión la existencia animalesca."

La idea central de su libro es que, contrariamente a lo que la mayoría cree, las mujeres no son sojuzgadas por los hombres, sino que son ellas las que controlan a los hombres, para sacar ventaja de ellos sin que se den cuenta.

"Si el varón se detuviera una vez, aunque sólo fuera una vez, en su ciega actividad e hiciera balance, tendría que comprobar que sus esfuerzos por vivificar espiritualmente a la mujer no le han hecho adelantar ni un paso.
la mujer, aunque sin duda es cada día más pulida, cuidada y «cultivada»,
sigue presentando a su vida reivindicaciones cada vez más elevadas, pero siempre materiales, nunca espirituales."

"La mujer es una empedernida explotadora que obtiene su bien capital de su mera anatomía", dice en el libro. "Los hombres han sido acostumbrados y condicionados por las mujeres, en forma no muy diferente a lo que hacía Pavlov con su perro, para convertirse en sus esclavos. En compensación por su trabajo las mujeres les dan a los hombres un uso periódico de sus vaginas", apunta Vilar en un párrafo crudamente gráfico. En otros pasajes, señala que las mujeres administran los elogios hacia el hombre como otra forma de asegurarse su control.

"Para ellas el varón es una especie de máquina que produce valores materiales. Y nadie juzga a una máquina por sus valores estéticos, sino desde puntos de vista funcionales."

Por supuesto, todo el mundo se lanzó a comentar el libro. Bandos a favor y en contra se trenzaron en discusiones interminables. Vilar incluso recibió amenazas. "A pesar de lo que escribí, nunca imaginé el poder al que me iba a enfrentar. Parecía que sólo se podía criticar a las mujeres en voz baja", dijo recientemente.

"A diferencia de la mujer, el varón es hermoso, porque, a diferencia de la mujer, es un ser espiritual.
Eso significa que el hombre tiene curiosidad (quiere saber cómo es el mundo que le rodea y cómo funciona)."


2005

Si bien el nombre de Vilar quedó en la Argentina asociado a su primer libro, continuó escribiendo y sus obras siguieron dando lugar a la polémica. En "La matemática de Nina Gluckstein", retrata a una mujer cuya historia demuestra que se puede vivir eternamente enamorado de la misma persona. "Speer" es una obra de ficción basada en la vida del arquitecto de Adolf Hitler. "El matrimonio es inmoral" plantea la cuestión del amor frente a la ley, al señalar que el casamiento "es un contrato, y sin ese papel las cosas funcionarían mejor". Para Vilar, firmar un documento escrito "con alguien que dice que confía en tí más que nadie en el mundo es de por sí inmoral". Algunos otros títulos publicados son "El varón polígamo" y "Por favor, Mozart no!"

Al cumplirse más de 25 años del lanzamiento de su primera obra, Vilar hizo una versión revisada, oportunidad en la que le preguntaron si aún existe "el varón domado". "Existe, pero un poco diferente", dijo. "Ahora hay más mujeres que trabajan. Somos más independientes; hemos cambiado un poquito pero no hasta el extremo de no compadecernos a nosotros mismas", añadió.

En el prólogo de la nueva edición, Vilar sostiene que, por absurdo que parezca, los hombres necesitan el feminismo más que sus propias esposas. "Las feministas son las únicas que aún describen a los hombres como a éstos les gusta verse a sí mismos: egocéntricos, obsesionados por el poder, despiadados y sin inhibiciones en lo que se refiere a la satisfacción de sus instintos", explica.

Vilar, siempre mordaz, no duda en afirmar que hombres y mujeres "de ninguna manera pueden ser amigos, a menos que sean homosexuales". Otro tema, seguramente, para discutir en torno a una mesa de café.

"Hagan lo que hagan para impresionar a las mujeres,
los varones no cuentan en el mundo de éstas.
En el mundo de las mujeres
no cuentan más que las mujeres."

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=766112