domingo, 15 de marzo de 2009

'HABLEMOS DEL FEMINISMO Y SUS MENTIRAS MÁS CORRIENTES (SEGUNDA PARTE)


Por Carlos Caldito Aunión.
Las feministas no se privan de hablar con frecuencia, de que los últimos miles de años son el período del "ascenso del patriarcado", un enunciado con el que tratan de imponer la idea de que en otros tiempos “mejores” las cosas fueron diferentes. Incluso hay quienes sostienen que durante el Neolítico Europa disfrutó de una sociedad pacífica e igualitaria, con igualdad de géneros-sexos pero centrada en la mujer, antes de la invasión de las brutales hordas patriarcalistas Indo-europeas, hace más de cuatro mil años…
Obsérvese que en esta nueva versión del Génesis Bíblico, la raza humana ha sido expulsada del paraíso debido –solamente- a los pecados del hombre, no los de la mujer. Téngase en cuenta que en la fábula feminista, únicamente los varones son los responsables de lo negativo, mientras que las mujeres representan todo lo positivo. Este planteamiento está presente una y otra vez en toda la doctrina feminista, dando a entender sin tapujos, que la mujer es superior moralmente al hombre...
Estas son algunas de las mentiras que se enseñan a los estudiantes hoy día, en nombre del feminismo.
La terca realidad es que la totalidad de la historia de la humanidad, es un continuo sin interrupción del llamado "patriarcado", tal vez llegando incluso hasta nuestros primeros ancestros “primates”. En las sociedades humanas, sin excepción (aunque no guste a las feministas) el liderazgo está asociado al varón, y el cuidado y crianza de los niños a la mujer.
Quienes sostienen que la "socialización" guarda relación con los roles sexuales son incapaces de explicar por qué la socialización avanza siempre en una dirección uniforme, cuando - de acuerdo con sus premisas - debiera ser de forma aleatoria, dando como resultado unas veces matriarcados y otras patriarcados. ¿Por qué todas las sociedades, sin excepción, educan a los hombres para el liderazgo y a las mujeres para las tareas domésticas? ¿Por qué no al revés? La aplicación de la perspectiva de “género” de forma estricta acaba inevitablemente en una regresión infinita, y termina postulando una 'causa sin causa': se dice que el dominio masculino que observamos en todas las sociedades es causado por la "socialización", aún cuando la socialización (que siempre origina el liderazgo masculino) en si misma no tiene causa, y de alguna forma "siempre fue así".
Como dice Steven Goldberg, las teorías feministas "cometen el error de tratar al ambiente social como una variable independiente, no logrando explicar por qué el ambiente social siempre se acomoda a los límites fijados por, y siguiendo una dirección acorde con lo fisiológico" (es decir, el ambiente nunca actúa como contrapeso suficiente para permitir que una sociedad evite el dominio masculino de las jerarquías) Dicho de otro modo, no es verdad, como las feministas dicen, que las sociedades inventan roles sexuales arbitrarios. Muy al contrario, todas las sociedades humanas poseen pautas de conducta que la biología parece hacer inevitables y, en consecuencia, tratan de socializar-educar a los hombres y mujeres tomando como referencia roles que se espera que ellos serán capaces de cumplir.
Se ha demostrado sobradamente que las hormonas masculinas y femeninas, invariablemente, crean características profundas que alteran el estado de ánimo. Sin embargo, las feministas atribuyen la conducta de los hombres a la "socialización". La razón por la que las teorías feministas intentan forzarnos a ignorar el rol fundamental de las hormonas masculinas y femeninas (como determinantes de la conducta) es que inevitablemente tendrían que reconocer que los roles sexuales no solamente no son arbitrarios, sino que de hecho son permanentes (salvo una intervención quirúrgica radical).
Las feministas contemporáneas "Políticamente Correctas", así como los neomarxistas, se sienten obligados a postular una explicación puramente ambientalista para todas las diferencias de tipo sexual, ya que una vez que las diferencias biológicas son admitidas como factores relevantes, la presunción de que las mujeres son "víctimas de la discriminación" no puede ser apoyada. Entonces, las feministas estarían obligadas a separar los efectos de la llamada "discriminación" de aquéllos producidos por la biología, una tarea a todas luces imposible. Por consiguiente, según la perspectiva de género es imprescindible afirmar a manera de dogma de fe, que las diferencias biológicas varón/mujer no tienen consecuencias posibles que sean observables.
Como afirma el biólogo Garrett Hardin "...suponer que la conducta humana no está influida por la herencia, es lo mismo que decir, que los seres humanos no son parte de la naturaleza. La premisa darwiniana es que sí lo somos; los Darwinianos insisten que el peso, la carga de la prueba debe recaer en aquellos que afirman lo contrario".
El filósofo Michael Levin describe la teoría feminista como una forma de "Creacionismo", una negativa a aplicar la teoría de la evolución a los humanos.
Cambiando de tópico y dogma:
Si fuera realmente cierto que las mujeres estuvieron recibiendo 59 céntimos de euro (o cualquier otro número que usted elija) por cada euro que el hombre gana, por realizar el mismo trabajo y con el mismo nivel de habilidades, entonces posiblemente ningún negocio sería rentable ni productivo si emplearan a algún hombre. En este asunto ninguna explicación será admitida por las feministas contemporáneas a menos que presente a los hombres como explotadores y a las mujeres como víctimas. Para justificar el uso de la "teoría de la conspiración", las feministas deben sostener que, o bien no existen diferencias genuinas, innatas, en las capacidades, actitudes y habilidades, entre hombres y mujeres, o bien que tales diferencias pueden existir, pero no tienen un efecto observable, en absoluto. Tan pronto como se admiten dichas diferencias como un importante factor que está influyendo en la elección de carreras y de actividades laborales, el argumento de la supuesta "discriminación" omnipresente se desvanece.
Si nos trasladamos a la práctica deportiva, en las diversas modalidades donde existen registros de las marcas masculinas y femeninas, los hombres superan, de forma significativa, a las mujeres. Esas diferencias no son un truco; lo corriente es que los atletas varones que ya comienzan a destacar cuando son estudiantes de secundaria igualen los records de las mujeres adultas que poseen marcas mundiales en su especialidad deportiva. A las feministas no les queda otro remedio que admitir, aunque sea a regañadientes que al menos en el ámbito deportivo la diferencia entre hombres y mujeres es debido a factores innatos, y no consecuencia del entorno, del condicionamiento social. Ningún “adoctrinamiento de género intensivo” acabará transformando a una mujer en un defensa respetable de la Liga Nacional de Fútbol.
Como es lógico, todo esto sitúa a las “organizaciones de mujeres” en la curiosa posición de sostener que los factores innatos sí cuentan para explicar las profundas diferencias en el rendimiento de hombres y mujeres en la práctica deportiva y el ejercicio físico en general, pero no están presentes en ningún ámbito más… Indudablemente cuando las feministas acaban admitiendo la tozuda realidad de que existen cualidades-potencialidades diferenciadas debido al sexo, se ven obligadas a admitir que el mayor rendimiento de los hombres en los trabajos agotadores es debido a factores innatos, y no a la "discriminación" o a la "socialización". No cabe duda alguna de que es una cuestión ideológica y no de lógica, la que mueve la hipótesis de la absoluta intercambiabilidad varón/mujer (cuando se vean necesitadas de ello, las feministas acabarán negando la intercambiabilidad, pese a que como norma defiendan vigorosamente todo lo que se deduzca de ella). El feminismo contemporáneo "Políticamente Correcto", haciendo hincapié en los "derechos de los grupos" y las ofensas al grupo, nada tiene de liberal, es profundamente reaccionario, y por supuesto representa una ruptura radical con la larga tradición humanista que enfatiza los derechos individuales, la igualdad de oportunidades, la promoción social teniendo en cuenta la capacidad, la destreza, el mérito... Más aún: el movimiento feminista ataca constantemente a la libertad de expresión, siempre que sea usada de manera que los “grupos de mujeres” consideren la consideren contraria a sus intereses. Esta perversa ideología pretende reemplazar la idea liberal de "igualdad ante la ley" por el siniestro "algunos somos más iguales que otros", premiando a las mujeres con derechos y protecciones especiales que les son negados a los hombres.
Sin embargo, cuando se dirigen a un público escasamente informado e ingenuo las feministas no dudarán en proclamar que ellas "sólo quieren igualdad". Pero si fueran sinceras y honestas, deberían especificar a qué privilegios están dispuestas a renunciar. En el “retablo de las maravillas” del feminismo contemporáneo la segregación o apartheid por razón de sexo es, o muy necesaria, o muy mala, dependiendo de cual sea el sexo que está siendo excluido. A fin de cuentas, todos los argumentos feministas son ad hoc: utilizan cualquier argumento que se encuentren para intentar probar lo que desean probar en ese momento (victimización, discriminación, opresión, persecución, lo que sea) No importa que el argumento que el feminismo usa hoy, sea o no coherente con el que usó ayer, o el que use mañana. Los hombres, simultáneamente, son y no son más agresivos, son y no son mejores en matemáticas, son y no son más persuasivos, etc., dependiendo de que es lo requerido por las exigencias del momento…
Al feminismo no le preocupa lo más mínimo que alguna mujer objete que el argumento de hoy es contrapuesto al de ayer: cualquiera que lo haga será etiquetada como "enemiga de las mujeres" y será expulsada-excomulgada del movimiento. El feminismo "Políticamente Correcto", adecuadamente sensible, nunca critica a una hermana feminista, no importa lo que ella pudiera decir, sino que simplemente "escucha la diversidad de las voces de las mujeres".
Este texto es una adaptación-resumen del artículo “Refutando las mentiras feministas más comunes y el seudo-academicismo” de Robert Scheaffer.

Fuente: http://blogs.hoy.es/masculino-en-positivo/2009/3/10/-hablemos-del-feminismo-y-sus-mentiras-mas-corrientes-segunda

Chasco feminista


Por César Hildebrandt
Siempre me ha caído bien el feminismo y, sin embargo, siempre me han parecido sospechosas las feministas más recalcitrantes.

Porque esas feministas de ONG y matrícula, de subsidios holandeses y paporretas reduccionistas, suelen practicar el sectarismo que ven debajo de cada piedra ajena.
Y estas sexistas en guerra, que son quienes han convertido el maniqueismo en un método útil para no pensar, son las que acaparan los micrófonos, las tertulias y los titulares.
Conozco feministas que son femeninas y pensantes, reflexivas y hasta bellas y, en algunos casos, hasta casaderas sin remordimiento. Pero quienes dicen representar el vaginismo en lucha parecen constituir una federación de muecas. Y desde sus altoparlantes, conseguidos a punto de extorsiones más o menos “políticamente correctas”, despliegan un programa rabioso y reduccionista que empobrece y adocena a la mujer.
Es cierto que muchísimas mujeres inteligentes y valiosas ya se han dado cuenta de esta usurpación y han desertado de las filas del fundamentalismo simplón, del cuoteo automático y de la proclamada abolición de las diferencias –sí, de esas diferencias que han permitido a la humanidad multiplicarse y, muchas veces, amarse con ese amor que sólo la perfecta desigualdad puede brindar-.
Las rabietudas siguen, sin embargo, envenenándose y tratando de vengarse, probablemente, de alguna conducta desconsiderada, de algún macho miserable, de alguna infancia indeseable. Tienen legítima razón para su ira, qué duda cabe, pero lo que es difícil de soportar es que sustituyan de un modo tan fácil las sesiones de terapia por el discurso de la radicalidad.
A mí que no me vengan a convencer de las bondades del otro género. He amado a las mujeres con alguna exageración, me he rodeado siempre en mi trabajo de mujeres inteligentes –hay ventanas para la excepción, para decirlo informáticamente- y he preferido por lo general la honestidad de las mujeres antes que el darwinismo chavetero de los hombres.
Por eso decía que estoy con el feminismo, siempre y cuando no me lo grite en el oído una señorita que no se ha afeitado por la mañana.
Ahora bien, al feminismo peludo le ocurren chascos extraordinarios.
En España, por ejemplo, ha sucedido algo que ha desquiciado a las Pasionarias antifálicas.
Resulta que el 2 de agosto del 2008, en un hotel madrileño de Majadahonda, un energúmeno borracho y coqueado, un “macho madrileño” en suma, se dedicó a pegarle, en plena calle, a una señorita que era su novia. La bestia se llama Antonio Puerta y la víctima tiene el nombre de Violeta Santander.
Cuando Jesús Neira, profesor de Teoría del Estado y periodista, vio la escena del abuso, no dudó un instante en salir en defensa de la señorita Santander. Esto a pesar de la diferencia de talla y peso y la distancia de las edades, pues el abusador tiene 44 y el defensor de la dama 55 años.
Gracias a que el profesor Neira se interpuso, Violeta Santander pudo zafarse del animal que la sacudía. Segundos después, sin embargo, Neira fue derribado por detrás con un golpe de puño en la cabeza y golpeado varias veces más estando ya caído.
Hubo cuatro testigos que coincidieron en describir la viciosa cobardía de Antonio Puerta y dos cámaras, para desgracia del matón, grabaron lo sucedido.
Cuatro días después de la paliza, el profesor Neira sufrió un derrame cerebral y entró en coma profundo. Toda la prensa española lo convirtió en héroe y en víctima y los colectivos de mujeres le rindieron homenajes por haberse portado como uno de esos caballeros del viejo estilo.
Neira estuvo más de dos meses en coma, al borde de la muerte, y su agresor fue a parar, desde luego, a la cárcel por intento de homicidio.
Lo que sucedió después fue lo inesperado.
Porque resulta que la dama defendida, la dama salvada de las manos y puños de un salvaje, cobró 70,000 euros para salir en la TV a decir su verdad. Y lo que dijo fue muy sencillo: ella no se sentía maltratada, su agresor era “una bellísima persona” que reaccionó por “el síndrome de abstinencia” que padecía –aquí metió la pata porque la defensa del frustrado homicida arguyó, más bien, el exceso de alcohol y cocaína como atenuante-, y, por último, el profesor que le salvó la vida y estuvo a punto de perder la suya era más “un entrometido que un héroe”.
La televisión basura, que en España, al igual que aquí, es mayoritaria, se disputó a este encanto de mujer agradecida. Y la señorita Violeta Santander se ha paseado por los platós más pezuñentos de la península para decir “su verdad”.
Un periodista del prestigio de Luis del Val la ha llamado, a secas, “miserable”. Y “miserable” y muchas otras cosas más subidas de tono la llaman por calles y plazas de Madrid y España.
Y las que han vuelto a quedar colgadas de la brocha, sumidas en un ridículo con colores de Almodóvar, son las feministas Marta Ortiz, de la llamada Coordinadora Española para el Lobby Europeo de Mujeres, y Marisa Soleto, presidenta de la autotitulada Fundación de Mujeres.
En efecto, estas lideresas del feminismo ultravioleta no se han atrevido a condenar a la imbécil moral que se pisotea en público, aplaude a quien la amorata y reniega de quien casi muere por defenderla.
Si la imbécil moral fuera “el imbécil moral”, o sea si la zorra fuese zorro y tuviese colgajo en vez de estuche –para citar a Julio Ramón Ribeyro-, el feminismo moral de las Españas caería en picado sobre tan sabrosa carroña.
Pero como se trata de “la” y no de “el”, las organizaciones feministas españolas han pedido “que cese el circo mediático de las entrevistas a Violeta Santander” y han dicho, textualmente, que la damita en cuestión “no se da cuenta de lo que está viviendo”.
A esos extremos puede llegar el gremialismo de género. No estoy seguro de qué lecturas tienen detrás las feministas españolas que defienden a un monstruo por el solo hecho de tener un hueco por delante, pero sospecho que una de sus autoras favoritas podría ser Anne Koedt, arquitecta del famoso ensayo “The Myth of the Vaginal Orgasm”.
Koedt, a quien Mailer caricaturizó cruelmente, sostenía en esas páginas que “el establecimiento del orgasmo del clítoris como un hecho normal amenaza la institución heterosexual...y de este modo la heterosexualidad será una opción, no un absoluto”.
¿Necesito decir que la señorita Koedt era una lesbiana armada hasta los dientes? Bendita sea, digo yo. Pero de allí a decir que el feminismo consiste también en rechazar el orgasmo profundo, de allí a despreciar ese orgasmo surgido no sólo del instrumento sino de la emoción y del mutuo acatamiento, de allí a decir, en suma, que cualquier manipulación clitoral, a solas o en compañía, puede sustituir a la machedumbre en ristre...eso es desconocer el propio cuerpo y negar la gloria de la concurrencia.
La señorita Koedt no sabía lo que se perdía. Las feministas españolas sí saben, en cambio, lo que hacen.
Fuente: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columnistas/chasco-feminista_34766.html